Violencia delictiva en Tigre / Un fallo con pocos antecedentes
La muerte por susto es homicidio
Un tribunal dijo que el súbito fallecimiento de una mujer se debió 'al momento traumático' vivido en un asalto
Jueves 16 de abril de 2009 | Publicado en edición impresa
Gustavo Carabajal
LA NACION
En una resolución con pocos antecedentes, la Justicia condenó ayer a 25 años de prisión a un ladrón por el homicidio de una mujer, de 84 años, que murió de un susto cuando el acusado y dos cómplices golpeaban a su hijo durante un asalto en su casa, de Tigre.
Además, el Tribunal Oral N° 7, de San Isidro condenó a 20 años de cárcel a uno de los cómplices que, durante el robo, estuvo en la puerta de la vivienda en un Fiat Duna.
Fuentes judiciales identificaron al primero de los imputados como Walter Cuitiño, de 22 años, mientras que el acusado que fue condenado a 20 años de cárcel fue identificado como Guillermo Vargas, de 35 años. Al cierre de esta edición, la policía bonaerense y la Gendarmería buscaban a Vargas quien, al igual que su cómplice, habían llegado al debate excarcelados.
Durante la etapa de instrucción, Vargas y Cuitiño habían sido acusados de robo con armas. Así llegaron al juicio oral. Pero, antes de comenzar el debate, el fiscal Diego Molina Pico solicitó al tribunal que los dos imputados sean juzgados por homicidio en ocasión de robo.
Los otros dos integrantes de la banda, que el 14 de diciembre de 2007, irrumpieron en la casa situada en la localidad de Rincón de Milberg, en Tigre, no llegaron al juicio oral porque estaban prófugos.
Sin piedad
Tirado en el piso, con uno de los tres asaltantes que estaban en la habitación de la planta alta de su casa, que le pisaba la espalda para que se mantuviera boca abajo, Roberto Rigolta vio cómo otro de los ladrones tomaba por la espalda a su madre, que se había asomado a la ventana para pedir auxilio y la arrojó contra el piso.
Entonces, el tercer ladrón le gritó 'Acá hay 60 u 80 lucas. Larga la guita y no te jodemos más'. Rigolta respondió: 'Te batieron mal. No tengo esa plata'. Los delincuentes siguieron revolviendo la habitación y encontraron 6000 pesos que su madre, María Alcira Jaureguiberry tenía ahorrados.
Llorando, la mujer exclamó: 'Se llevan todo'. En ese momento, María Alcira, que tenía 84 años, comenzó a sentirse mal. Uno de los delincuentes se dio cuenta y alertó a sus compañeros. 'Apúrense que la mujer está j...'. Uno de sus cómplices, gritó: 'Que se j . . . la vieja', mientras se apoderaba de dos pares de zapatillas y la computadora portátil de Rigolta.
Ocurrió hace poco más de dos años. El corazón de la mujer no resistió el disgusto y, según la autopsia, 'la mujer murió a raíz de una insuficiencia cardíaca aguda, originada por una arritmia y probablemente un pico de hipertensión que, al presentarse en forma brusca, como puede ser una situación de estrés o esfuerzo extremo, alteró el sistema cardiovascular y generó un edema agudo de pulmón que, en una persona de edad avanzada, provoca la muerte'.
Al fundar la resolución, los magistrados María Coelho, Mónica Tisato y Eduardo Lavenia, analizaron los testimonios de los médicos forenses y consideraron que 'el corazón de la víctima no puedo superar el momento traumático del asalto'.
Al salir de la casa, los ladrones encerraron a Rigolta y a su madre en la habitación de la planta alta. Entonces, Rigolta tomó carrera, rompió la puerta y tomó a su madre, que se desmayaba.
Luego le trajo un vaso de agua, llamó al 911 y pidió una ambulancia. Cuando los médicos llegaron, su madre había fallecido. Eran las 23.50 del 14 de diciembre de 2007. Media hora antes, Rigolta había sido sorprendido por tres ladrones cuando llegaba a su casa.
Durante el juicio, declaró que en ese momento pensó en evitar que los delincuentes le hicieran algo a su madre. 'No te muevas o te vuelo la cabeza', le gritó uno de los malvivientes.
Cuando los tres delincuentes y Rigolta entraron en la habitación de su madre, María Alcira los reconoció: 'Eran los mismos que quisieron entrar en casa hace un mes. Habían amenazado con volver'.
En el fallo, los jueces sostuvieron que 'si bien los imputados desconocían que la víctima padecía una afección cardíaca; no podían ignorar que, una persona de esa edad, sometida a un ataque caracterizado por la brutalidad hacia ella y a su hijo, tuviera un desenlace fatal'.
Los magistrados consideraron que, a partir de la violencia que uno de los acusados ejerció contra las víctimas, la muerte de María Alcira era cuanto menos previsible."
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