Carlos M. Reymundo Roberts - LA NACION - Martes 18 de mayo de 2010 | Publicado en edición impresa - Ver opiniones de lectores (661)
Es una mentira. Una gran mentira. Una mentira descomunal a la que, por suerte, la Presidenta le cortó sus patas cortas a poco de llegar a Madrid. Dijo allí que la Argentina no aplica restricciones a la importación de alimentos.
Es increíble: unas pocas palabras sirvieron, así, para desmontar todo un cúmulo de falsedades, una extraordinaria fantasía que estaba preocupando a muchos miles de argentinos y conmoviendo las relaciones comerciales del país con el mundo.
Como no resulta fácil pensar que un presidente que habla en público, y menos cuando lo hace en visita a otro país y rodeado de colegas, pueda faltar a la verdad, la conclusión en este tema del freno a las importaciones es que han mentido todos los demás.
En primer lugar, mintió este diario, que fue el primero en informar, en su edición del jueves 6 de este mes, que el Gobierno había dispuesto esa medida proteccionista con el argumento de que la industria nacional debía ser protegida ante una posible invasión de productos importados debido a la caída del euro. Lo insólito es que, habiéndose publicado en el lugar más destacado de su primera página, no haya sido desmentido por nadie.
Efecto contagio
Por supuesto, mintieron todas las grandes cadenas de supermercados que informaron a LA NACION que habían recibido (verbalmente, nunca por escrito) la orden del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de no importar alimentos que tuvieran un equivalente en el mercado local.
Mintieron también los importadores, que al enterarse del cierre de fronteras rápidamente pusieron el grito en el cielo. Y, más grave, les mintió Moreno cuando se reunió con ellos -agrupados en la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA)- y les ratificó la decisión, que debería regir a partir del 1° del mes próximo.
Ya lanzada, la mentira se hizo contagiosa. Mintieron las multinacionales de la alimentación al sumarse al coro de los protestones; mintió la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat), que dijo haber recibido una nota de Moreno sobre este tema. Mintieron las embajadas de varios países que le expresaron su preocupación al Gobierno. Y mintieron los embajadores que presentaron públicamente su reclamo en la Cámara de Diputados de la Nación.
Mintió Brasil en sus protestas, formales e informales, a la cancillería argentina. Mintió el presidente de la Asociación Brasileña de la Industria de Alimentos, Edmundo Klotz, que habló de un "atentado" al comercio bilateral. Y mintió la Unión Europea en el comunicado en que manifestó que había "interpelado" a las autoridades argentinas "a propósito de las restricciones a la importación de alimentos anunciadas en los últimos días".
Patas no tan cortas
Amado Boudou, el ministro de Economía, no mintió. Al defender públicamente la decisión de cerrar las importaciones ("Esto de ser buenitos y abrirnos al mundo es una idea romántica, pero muy ingenua", dijo), lo que hizo fue perder el tiempo. ¿Para qué defiende lo que no existe?
También fueron una soberana pérdida de tiempo las declaraciones del director de Relaciones Internacionales de la Confederación de Agricultura y Ganadería de Brasil, Carlos Sperotto, quien consideró que la medida era "una aberración al Mercosur".
Se ve que las patas de esta mentira en realidad no eran tan cortas, porque llegaron hasta la frontera: seis enormes camiones cargados con alimentos brasileños fueron detenidos durante tres días sin poder entrar en el país. Aunque hubo innumerables testigos de este hecho, en particular de la empresa Sadia, que fletó esos camiones, ahora, a la luz de las palabras que llegan de Madrid, habrá que pensar que el episodio nunca existió.
En fin, la gran farsa ha llegado a su fin. La Presidenta, la señora del micrófono, ha puesto las cosas en su lugar. Otra vez.
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